Estoy escuchando la radio.
Una de esas antiguas, muy vintage, como a mí me gustan.
De las que crujen cuando giras el dial y parecen tener ALMA.
Y me vino a la cabeza una historia que me contó una tal Fulanita en una visita.
—No busco un piso —me soltó, sin filtro—. Busco una vida nueva.
Quiero una casa donde no me duela el silencio.
Ahí entendí que no todos los clientes te dicen lo que quieren con palabras.
Algunos lo dejan caer entre líneas. Otros, como ella, te lo sueltan a bocajarro.
Oír es lo que hace cualquiera. Como el cuñado en las cenas de Navidad.
Escuchar… eso ya es otro arte.
Lo mismo pasa en este trabajo.
Muchos te hablan de metros, habitaciones, terrazas y orientación sur.
Pero lo que realmente están diciendo es que quieren volver a sentirse vivos.
Y eso no se mide con una cinta métrica.
Y es que escuchar bien no es poca cosa.
No se aprende en cursos ni en charlas TED.
Se aprende prestando atención, sin prisas, sin interrumpir…
Como cuando alguien te importa de verdad.
Hoy no vengo a venderte nada.
Solo quería recordarte que todos necesitamos, al menos una vez en la vida,
que alguien nos escuche de verdad. No que nos oiga mientras piensa en lo suyo.
💭 Y tú, ¿cuántas veces sientes que te oyen… pero no te escuchan?
Compártelo si alguna vez te ha pasado.
O si conoces a alguien que escucha con el alma, NO CON LAS OREJAS.
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